martes, 20 de agosto de 2013

El comercio clásico se hunde por las franquicias y la falta de ventas

ARACELI R. ARJONA 21/08/2013
Las tiendas más emblemáticas del centro de Córdoba, ésas que llevan años trabajándose el comercio de cercanía en el sentido más clásico, están desapareciendo poco a poco. El paisaje comercial de la calle Cruz Conde, Gondomar, Concepción o Claudio Marcelo, hasta hace unos años poblado de multitud de firmas con sello puramente local, cada vez se parece más al de cualquier gran ciudad, ya que las franquicias de ropa están ocupando la mayoría de los locales.
El proceso de homogeneización es complejo y responde a múltiples factores. Por un lado, la crisis y los recortes aplicados en el sueldo de la mayoría de los ciudadanos ha hecho caer el consumo drásticamente, haciendo que prime más que nunca el precio y que los costes de mantener una empresa se hagan cada vez más cuesta arriba. "La gente no compra porque no tiene dinero, porque se ha recortado la paga a los funcionarios, no hay más que ver que entran y salen sin bolsas", explica el responsable de uno de los comercios que acaba de cerrar, "no es que no compren en mi tienda porque lo que vendo es muy caro o no les gusta, es que no compran ni en mi tienda ni en ninguna y así el comercio no se puede mantener".
En este escenario, las franquicias, que trabajan con un volumen de facturación más grande y con menores costes de producción se estén llevando el gato al agua. "Tienen un margen de ganancia muy grande. Producen por 2 euros, lo venden por 25 y luego rebajan a 10 y aún así sacan, los pequeños comercios no podemos competir con eso", comenta el dueño de una emblemática zapatería. El poderío económico de las franquicias les permite asumir alquileres inabarcables para el comercio local, que en este momento se enfrenta además a la inminente liberalización de los alquileres. En diciembre del 2014, se hará efectiva la amenaza del fin de las rentas antiguas, que ha obligado a los comercios a renegociar al alza sus contratos de arrendamiento o a echar la persiana. Según algunos de los afectados, "el precio se ha triplicado en la mayoría de los casos, aunque hay locales por los que se está pidiendo hasta diez veces más que antes". Las cifras son exorbitantes. Hay locales por los que se pide al mes 3.000 euros y "otros por los que algunas franquicias están pagando ya 10.000 y hasta 30.000 euros", aseguran comerciantes de la calle Cruz Conde. De ahí que muchos locales hayan optado por mudarse (Orga) o por decir adiós después de años de esfuerzo (Pastor, Rusi o Kalia). Los que no han conseguido renegociar hasta ahora sus contratos, mantienen cruzados los dedos a la espera de que el consumo vuelva a despegar y de que los propietarios reconsideren su postura porque "ya no quedan apenas franquicias por abrir ni llega gente ofreciendo miles de euros por un local", afirman.
El negocio de las franquicias también se está imponiendo en los bares del centro, donde cada vez son más escasos los ejemplos de tabernas de toda la vida como El Carrasquín, El Puerto, El Correo o El Pisto, que siguen capeando el temporal en el que otros como Siena, Pataya, Serrano, El Barril o La Verdad por distintas causas, ya sucumbieron.

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